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El Programa Español para la Conservación de los Olmos

El primer país que detectó la enfermedad de la grafiosis fue Holanda (1919), el que más olmedas tenía, de ahí que inicialmente se la conociera como la enfermedad del olmo holandés, si bien más tarde se descubrieron citas anteriores de la enfermedad en Francia (1918). En España sería un ingeniero forestal, el patólogo Benito Martínez, quien en 1932 detecta la enfermedad en una olmeda de Madrid y quien le otorgaría la denominación de grafiosis, al españolizar el primer nombre científico (1922) que tuvo el hongo, Graphium ulmi Schw que posteriormente se conocería como Ophiostoma ulmi fue el primer hongo causante de la epidemia. La devastación fue menor en España que en el centro y norte de Europa, debido en gran medida a cierta resistencia a la enfermedad que manifestaron las poblaciones españolas.

Tras este primer ataque solo sobrevivieron aquellos que se mostraron capaces de superar o contrarrestar los efectos del hongo. Entre un 10 y un 40 % de los olmos murieron en esta primera pandemia. De poco les valdría a los supervivientes, porque en torno a 1940 O.ulmi sería reemplazado por Ophiostoma novo-ulmi (con dos subespecies: subsp. novo-ulmi y subsp. americana), una nueva especie mucho mejor adaptada a las condiciones del clima templado y, por ello, mucho más dañina en España.

Su virulencia, junto con su rápida capacidad de propagación, despertó el interés de científicos y forestales además de cierta alarma social, pues los centenarios olmos presentes en gran número de plazas de pueblo fueron muriendo. Había que estudiar la enfermedad y había que descubrir cómo combatirla.

El programa holandés para estudiar y frenar los estragos de la enfermedad se inicia hacia 1930, y a él se unirían otros programas europeos y americanos. El programa español se impulsó en 1986 desde el ICONA (hoy dentro de la D. G. de Desarrollo Rural y Política Forestal, del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente) y la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes (Universidad Politécnica de Madrid).

El primer esfuerzo del programa español se dirigió a la toma de contacto con la enfermedad. Se hizo una revisiónde la bibliografía existente, profusa dado el carácter mundial del problema, para después concentrarse en las condiciones particulares de la Península Ibérica y en los tres agentes implicados: hospedante (olmo), patógeno (hongo) y vector (escolítido), dejando a la Administración el desarrollo de las medidas oportunas para el control del comercio de la madera infectada.

Inicialmente se estudiaron las olmedas afectadas, cuantificándose la intensidad del ataque y la variabilidad morfológica de las poblaciones todavía existentes. Para investigar al hongo se recolectaron muestras procedentes de las provincias más afectadas hasta conseguir una colección de 32 cepas. Una vez caracterizadas, fueron las primeras en formar parte de un repertorio que llegó hasta un total de 90. Para el estudio de los escolítidos se realizaron muestreos en el centro peninsular con el objetivo de conocer su ciclo biológico. También se realizaron ensayos para su control con diferentes cebos de atracción y tratamientos con metoxicloro, un insecticida de amplio uso agrícola.

Copia de Luis Gil 1986original2

Los estudios evidenciaron que no se podía acabar con el hongo de manera efectiva ni luchar contra el escolítido de forma segura, por lo que el programa dirigió su atención al estudio de aquellos olmos que no se veían afectados por la grafiosis.

¿Eran resistentes a la enfermedad o el escarabajo no había sido capaz de localizarlos? Se estudiaron las posibles causas que motivaban que el escolítido solo buscara olmos y qué factores intervenían a favor de que localizara a los olmos sanos, descubriendo que tanto las hormonas de ambos, actuando en sinergia, como la posible atracción por la mera silueta del árbol, podrían estar implicadas. También se observó que podían existir factores de disuasión en ciertos componentes de la corteza.

Pero, en los olmos que habían sido capaces de resistir la enfermedad, ¿qué factores estaban implicados en su supervivencia? Entender las causas de la resistencia de algunos olmos resultó más complejo de lo esperado. En ocasiones resultaron ser motivos genéticos. Características anatómicas tales como un menor tamaño de los vasos, la capacidad para compartimentar la enfermedad, años muy secos que propiciaban vasos de pequeño diámetro, un xilema con los grandes vasos más alejado de la corteza que dificultaba que el escarabajo accediera a ellos… resultaron ser una barrera bastante efectiva a la entrada del hongo o a su expansión por el sistema conductor del árbol, de ahí que los árboles más jóvenes, y por tanto, con vasos más estrechos, no se vieran afectados. También la existencia de microorganismos que habitan en la madera puede tener influencia en la resistencia de algunos individuos. Asimismo, se comprobó que individuos resistentes en campo morían cuando se les inoculaba el hongo en vivero, lo que llevó a pensar que el ambiente también era un factor a considerar en la resistencia a la enfermedad.

El primer ensayo de la resistencia de genotipos al hongo mostró que son necesarios como mínimo cuatro años para que los olmos se vieran afectados por el hongo, lo que dificulta y demora aún más los estudios y trabajos. No obstante, el avance en el desarrollo de marcadores moleculares está permitiendo salvar obstáculos y entender procesos antes inabordables.

Dado que la única vía que hasta ahora se ha demostrado efectiva en la lucha contra la grafiosis pasa por localizar los genotipos resistentes, está claro que uno de los objetivos principales del programa es conocer la diversidad de los olmos en España. A partir de ello será posible identificar los recursos genéticos que se deben conservar y utilizar en cruzamientos para generar nuevos individuos resistentes y permitir la reintroducción del olmo con garantías de éxito.

Tras un arduo trabajo en el que se llevan empleados varios lustros, se han seleccionado en campo olmos vivos en zonas de infección, se han propagado por vía sexual, asexual o por técnicas de micropropagación y se ha esperado a que desarrollen unas dimensiones mínimas en vivero. Tras todo ello se les ha inoculado el hongo, se ha observado su evolución tras la infección y se han ido seleccionando los resistentes. En estos se han registrado datos sobre sus dimensiones, forma, tasas de crecimiento y fenología. Estos clones han sido posteriormente sometidos a procesos de mejora genética mediante hibridaciones cruzadas entre ellos con el fin de incrementar su resistencia: Los brinzales obtenidos se someten nuevamente al mismo ensayo que a sus progenitores para confirmar su resistencia, en un proceso iterativo que dura más de diez años pero que ha permitido conseguir, hasta el momento, un total de siete clones tolerantes a la grafiosis. El reconocimiento al logro de estos clones ha sido su reciente inclusión en el Registro Nacional de Materiales de Base, lo que permite que puedan ser utilizados como material forestal en la repoblación de riberas, sotos y llanuras de encharcamiento transitorio.